*Para no temerles ni que nos teman.
*Para no odiarles ni que nos odien.
*Para no despreciarles ni que nos desprecien.
*Para no envidiarles ni que nos envidien.
*Para amarles y para que nos amen.
¡Qué bellos y elevados ideales!
Pero los demás son muy diferentes entre sí, y todas éstas bellas y elevadas intenciones, requieren no sólo mucha inteligencia para conocer a cada uno (y prestar mucha atención a todos sus comportamientos, pensamientos, emociones y actitudes), sino también una gran serenidad emocional ante sus diferentes reacciones, así como variadas y bien elaboradas estrategias para satisfacer las necesidades y los deseos de los demás, unas estrategias que, con mucha frecuencia entran en contradicción con nuestra libertad y con nuestra verdadera naturaleza.
Ante tantos artificios y complejidades, sólo se me ocurre:
Fidelidad a nosotros mismos, sencillez, serenidad, compartir lo que llevamos dentro. Que a nosotros nosotros nos resulte suficiente, y que los demás lo sepan apreciar.