martes, 17 de abril de 2018

PREMIOS Y CASTIGOS




   En todo tipo de relaciones humanas y en cualquier nivel de intensidad de estas relaciones, la base fundamental consiste en un complejo sistema de premios y de castigos. Premiamos y castigamos para conseguir algo que deseamos, o bien con la intención de evitar algo que tememos. Y los demás hacen lo mismo con nosotros. 

   Si nos fijamos bien, este sistema es el mejor a la hora de la convivencia y de la supervivencia, pues con los niveles de conciencia actuales, casi nadie es capaz de hacer espontáneamente lo necesario para la convivencia y para la supervivencia del conjunto de la sociedad, por lo tanto, necesitamos un sistema de premios y de castigos, pues la fuerza que nos domina a todos es la búsqueda del placer (búsqueda de premios), y el rechazo del dolor (rechazo de los castigos). 

   Todos necesitamos aquello que nos permita la supervivencia, y la mayoría buscamos aquello que nos permita una convivencia pacífica y amorosa con los demás. Pero sólo unos pocos basan sus vidas en estos aspectos, los cuales creen necesitar como base para desarrollar su mundo interior y para buscar la plenitud, la liberación y la armonía. 

  Para la mayoría de las personas la supervivencia es imprescindible y a todos les gusta que los demás sean pacíficos y respetuosos con lo que consideran que son sus derechos, pero el objetivo principal de sus vidas consiste en conseguir unos deseos que van más allá de lo necesario para supervivencia. Pero esos deseos son los que impiden la convivencia pacífica y respetuosa y a veces ponen en peligro la supervivencia de los demás e incluso la suya propia. Si el lector presta  atención  a los actuales problemas de convivencia o medioambientales entenderá esto perfectamente. 

  Los  medios utilizados por esta mayoría de personas para conseguir lo que no es necesario para la supervivencia ni para la convivencia, se basan en un complejo sistema de premios y de castigos. Estas personas creen que para que los demás satisfagan sus deseos, unas veces lo mejor es sobornarles con premios y otras veces amenazarles con castigos o bien castigarles. Todo esto crea daños, dolor y sufrimiento. 

  Esto ha hecho que hayan aparecido los moralistas, los defensores de los valores éticos, de la justicia, de la paz y de los derechos humanos. Pero estas personas también creen que se ha de recurrir a un sistema de premios y de castigos para evitar los abusos y las injusticias, y no paran de debatir sobre cual es el grado más adecuado a la hora de premiar y de castigar, y mientras debaten, y mientras los Estados aplican las leyes, y mientras la sociedad aplica sus premios y sus castigos, los problemas continúan pues no tocan la raíz de estos problemas, y aunque intentan solucionarlos, en la práctica lo único que consiguen es paliar sus efectos dañinos. Pero no paran de debatir sobre valores morales, pero estos debates son pura esterilidad frente  a los deseos de conseguir más de lo necesario para la supervivencia y para la convivencia, deseos de los que ellos mismos son prisioneros. Y no son conscientes de estas contradicciones y por lo tanto no saben escapar de ellas. 

   Todo sistema de premios y de castigos implica pérdida de libertad, pues satisfacer los deseos de los demás o temer sus castigos implica limitaciones a nuestra libertad. Si sólo buscamos la supervivencia y la convivencia pacífica, esa limitación es pequeña, además siempre podemos encontrar a personas que se sientan satisfechas con aquello que reciben de nosotros sin que tengamos que esforzarnos por satisfacerles. Para los demás deseos, la pérdida de libertad es mucho mayor, pues premiar y castigar a los demás requiere mucho mayor esfuerzo. Ahora bien, estas personas valoran mucho más conseguir sus deseos que su libertad, y sobre esta base funcionan todas las relaciones en nuestra sociedad. Además, utilizan las libertades políticas y sociales SÓLO para conseguir sus deseos, y así pierden su libertad.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario