A la riqueza,
al poder,
al triunfo,
a los héroes,
a los pastores,
a la inteligencia,
a las creencias.
-Veo que ésta larga lista de esclavitudes son los valores dominantes de nuestra sociedad, lo que la mayoría de la gente considera lo bueno o lo normal, aquello en lo que pone sus esperanzas. ¿Por qué nos esclavizamos a estas cosas, Maestro? -Preguntó una discípula.
-Porque con aquello que la Naturaleza nos da y con lo que podríamos conseguir con el trabajo en colaboración libre no nos basta para conseguir lo deseado. Y como no nos basta, aspiramos a ser señores de la Naturaleza, de los seres vivos y de los hombres. -Respondió el Maestro.
-No lo entiendo. -Dijo la misma discípula.
-Si no lo entiendes no te bastarán mis razones.
-Dijo el Maestro.
-No seas enigmático, Maestro. -Objetó la misma discípula.
-No esclavizamos a lo que admiramos y a lo que adoramos. Para quien admira y adora, sólo hay un enigma: ¿Por qué admira, por qué adora? Resuelto este enigma, la serenidad, la libertad y la comprensión se van abriendo paso en él. -Dijo el Maestro y guardó silencio.
La discípula penso que todo era muy complicado, pero que las verdaderas respuetas sólo podría hallarlas en su interior, y hallarlas era el camino que le quedaba por recorrer. Y pensó que lo mejor era tomárselo con calma y disfrutar de los regalos de la vida y de las satisfacciones que le producían sus libertades interiores y sus comprensiones.
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