lunes, 5 de noviembre de 2018
CONVENCIMIENTO
Caminante entró a comer en un restaurante y se sentó en la única mesa que quedaba libre. En la mesa de al lado, debatiendo con vehemencia y por lo tanto levantando la voz más de lo normal, había cinco personas. Predicadora, Escéptico, Filósofa, Científico y Dialogante. Los cuatro primeros eran personas inteligentes y usaban argumentos muy sólidos en defensa de sus creencias y muy agudos a la hora de atacar a los demás. En cuanto a Dialogante, intentaba conciliar las posturas y defendía lo que él creía que eran las verdades que contenían las creencias de los otros cuatro.
Después de una larga sobremesa, los cinco se levantaron y mientras los cuatro primeros se dirigían hacia la puerta, Dialogante se fijó en la presencia de Caminante:
-Me alegro mucho de verte, hacia mucho tiempo que no te veía. -Saludó Dialogante con sincera alegría, y Caminante respondió al saludo de la misma manera.
-¡Vaya debate que hais tenido! -Dijo Caminante.
-Sí, muy interesante, pero tenían unos egos muy grandes y por eso hablaban con tanta vehemencia y levantaban un poco la voz. -Dijo Dialogante.
-Yo creo que sus egos no eran más grandes que el tuyo y que el mío. -Dijo Caminante.
-Bueno, pero has visto que yo intentaba dialogar, que yo intentaba convencerles de que escucharan a los demás, pero ellos sólo se escuchaban a sí mismos, no hay manera de que reflexionen sobre los argumentos del otro, y ninguna escuchaba los míos, no ha habido manera de convencerles de nada. -Se quejó Dialogante.
-Sin que seas consciente de ello, crees que tener una actitud dialogante te hace más sensato que ellos, incluso ser moralmente superior a ellos. Yo mismo tengo que tener mucho cuidado con el hecho de si al hacer estas reflexiones no me considero más profundo y más sabio que tu. Pero a lo que iba, los argumentos no convencen a nadie. Cada cual tiene los suyos propios, cada cual les ha dado muchas vueltas, y cada cual cree que son los mejores que los demás. -Dijo Caminante.
-Sí claro, el ego no deja a nadie aceptar los argumentos de los demás, y en los debates los egos se hinchan mucho. -Dijo Dialogante.
-Los egos no son lo principal. Lo principal son las conciencias, cada cual tiene su propio nivel, su propia sensibilidad, su propia receptividad, y esto le lleva a decantarse por unas creencias o por otras, y a buscar unos argumentos u otros. Por eso yo no he intervenido en vuestro debate, hubiera sido una pérdida de energía por mi parte y también se me hubiera hinchado el ego como a vosotros, y por supuesto, me hubiera pasado como a ti, que no hubiera convencido a nadie. Sólo escucha quien oye algo que está en sintonía con su propio nivel de conciencia. Por eso los diálogos, los argumentos y las razones, no sirven de nada. Cada cual aprende a su propio ritmo, y de la forma que le permite su propio nivel de conciencia.
-Concluyó Caminante.
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