Todo el mundo se queja de algo o contra alguien. Parece que la creencia dominante sea:
ME QUEJO,
LUEGO EXISTO.
En el plano social (y también en el plano de las relaciones personales) es indudable que existen muchísimas injusticias, muchísimos abusos y muchísimos problemas, y aquí, la mayoría de las quejas pueden ser ciertas y estar justificadas. Sin embargo, existen tres grandes carencias en todas estas quejas:
* Es prácticamente inexistente el análisis profundo de las causas de las injusticias, de los abusos, de los problemas y de las contradicciones. El lugar de lo profundo ha sido ocupado por las estrategias y las tácticas orientadas a conseguir bienes materiales y placeres banales, o por creencias irracionales, fanáticas o aberrantes.
* Es aún más inexistente la falta de autocrítica por parte de quienes se quejan. Tanto en el plano social como en el plano de las relaciones personales, todo el mundo se muestra solamente como una víctima inocente de los abusos ajenos, todo el mundo parece interesado solamente en que los demás le den la razón y le ayuden en sus reclamaciones.
* Hay una gran falta de grandeza a la hora de ver el fondo de los problemas y defender la alternativas posibles. Hay una gran falta de grandeza a la hora de afrontar los problemas y los retos de nuestra sociedad. El lugar de la grandeza ha sido ocupado por la falta de convicciones sólidas, por lo banal, por el conservadurismo, por la pasión de las emociones, por el fanatismo, y por la miopía de los intereses personales a corto plazo.
En esta situación, los problemas continúan y las soluciones no aparecen por ninguna parte. Pero la gente está insatisfecha y frustrada y quiere soluciones, y hoy día, esas soluciones están pasando por la existencia de infinidad de fracciones sociales y porque cada fracción luche solamente por sus intereses, los cuales son previamente disfrazados de necesidades y de derechos sagrados, disfraz que permite a cada cual justificar todo lo que hace para conseguir sus intereses y condenar la "maldad" de quienes se oponen a ellos.
Y así, tenemos un pasado del que casi nadie aprende nada, un presente de conflictos estériles, y un futuro al que casi nadie ve mejor que el presente.
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