martes, 6 de noviembre de 2018

LAS DOS ENCINAS



   Tras subir una ligera cuesta, Caminante se encontró con una zona llana en la que había dos grandes encinas cercanas la una a la otra. De pie, a la sombra de la primera encina estaban Moral, Racional y Emocional manteniendo un animado debate que cada vez subía más de tono y que permitía a Caminante escuchar claramente sus argumentos. 

  Caminante pensó en como los diferentes grupos sociales debatían y luchaban, y en como cada grupo creaba o alimentaba al grupo contra el que luego combatía: Los poderosos creaban a los dominados y después tenían que luchar para someterlos y manipularlos. Los dominados, con sus creencias, con sus deseos y con sus luchas entre ellos, creaban las condiciones para que los poderosos existieran y a la vez tenían que luchar para evitar sus abusos. Cada grupo social, dominado por sus particulares deseos tenía siempre un afán de expansión, y era ese afán el que daba lugar a que otros grupos sociales lucharan contra esa expansión y a favor de sus propios intereses. 

  Y Caminante pensó en como en todas esas luchas entre grupos sociales, cada grupo, utilizando su inteligencia, recurría según le conviniera a los argumentos que Moral, Racional y Emocional estaban utilizando en su debate, y sin embargo, llevados por sus egos, ni Moral, ni Racional ni Emocional, eran conscientes de las consecuencias de sus debates y del uso que tendrían todos los argumentos que agudamente desarrollaban. 

  Sentados bajo la segunda encina, estaban Soledad Alada, Profundidad Receptiva e Intuitivo Claro, los cuales alternaban los silencios observadores de la Naturaleza con algunos comentarios cortos, serenos y en voz baja. 

  Como no había una tercera encina  el día era soleado y caluroso y estaba cansado, Caminante optó por acercarse a la segunda encina, y allí fue acogido con toda naturalidad, y con toda naturalidad se sumó a la alternancia entre los silencios y los comentarios serenos y en voz baja. Al cabo de un rato, Caminante dejó de oír la charla de sus vecinos de la otra encina, y se sintió liberado, pues por primera vez era capaz de escapar al ruido de esos debates. 

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