La sencillez, junto con la serenidad, son las dos bases principales para alcanzar la armonía. Y ambas se contienen en la humildad.
La sencillez nos libera de los artificios, de las complejidades, de las creencias, de las ilusiones y fantasías.
La serenidad nos abre todas las puertas y las ventanas a la receptividad, a la percepción de lo que la conciencia nos muestra.
Sencillo y armónico, como el flujo natural que nos trae la vida, que nos sustenta, y que nos lleva de regreso.
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