En la práctica de sus luchas, el Hombre no distingue entre lo que realmente necesita y lo que desea, y en ambos casos se producen en él las mismas emociones y creencias. Para conseguir algo surgen diferentes medios eficaces, y así cuando el deseo es fuerte, la persona puede recurrir a cualquier medio que crea eficaz, incluyendo el uso de la violencia.
Una vez la persona o el grupo social, justifican sus deseos, fácilmente pasan a justificar los medios y las estrategias a las que recurren para conseguirlos, pues a la hora de justificar la inteligencia, las emociones y la moralidad general o particular, dotan a las personas y a los grupos sociales, de todos los argumentos justificativos que necesitan.
Una vez justificados los deseos y los medios para conseguirlos, las personas y los grupos sociales acusarán con diversos argumentos a todos aquellos que se opongan a que puedan conseguir esos deseos. Así, la moralidad y la inteligencia se ponen al servicio de conseguir lo deseado, pero ni la moralidad, ni la inteligencia, comprenden como sus justificaciones y sus acusaciones, les roban libertad al atarles a lo deseado y a los medios utilizados para conseguirlo.
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