Lo viejo es el árbol que, todo lo que podía dar, ya lo ha dado.
Lo nuevo es la flor que, en su potencia, a un nuevo árbol contiene.
Cuando surge lo nuevo, el hortelano,
aún no conoce los medios para cultivarlo adecuadamente,
y la flor, no puede dar todo lo que tiene con los viejos,
pero siempre tenemos la sabiduría fecunda de lo eterno.
Quienes basan sus seguridades en lo viejo,
y quienes basan sus esperanzas en lo nuevo,
es porque no conocen a lo eterno,
a eso, que todos siempre llevamos dentro.
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