El maestro les hablaba a sus discípulos mientras paseaban por el campo.
-¿Qué es un precio? -Les preguntó el maestro.
-Algo que tenemos que pagar a cambio de conseguir otra cosa. -Respondió uno de los discípulos.
-¿Qué es un precio? -Volvió a preguntar el maestro.
-Un dolor, un sufrimiento, que sentimos para conseguir un placer a cambio, o bien como consecuencia de haber conseguido algún placer cualquiera. -Respondió una discípula.
-¿Qué es un precio? -Preguntó por tercera vez el maestro.
Ahora no hubo ninguna respuesta, y todos los discípulos estaban muy atentos a cual sería la reacción del maestro. Pero el maestro a observar en silencio todo lo que le rodeaban y con un gesto le indicó a sus discípulos que hicieran lo mismo. Después se sentó y cerró los ojos y siguio en silencio, mostrando una expresión de sencillez alegre. Al cabo de un rato abrió los ojos y volvió a preguntar.
-¿Qué es un precio?
Esta vez, un tercer discípulo le preguntó:
-¿Cual es el precio de la vida?
El maestro sonrió en silencio, y al cabo de unos instantes les dijo:
-El precio de la vida es vivirla. No tengo otra respuesta.
Pero vivirla es también un premio, un regalo.
-Objetó el mismo discípulo.
-Precio, premio, regalo, ¿Cuáles son las diferencias? Los que las buscan las encuentran.... ¡y se encadenan a ellas! -Respondió el maestro y, ante el silencio reflexivo de sus discípulos, siguió caminando con expresión serena y despierta.
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