lunes, 12 de marzo de 2018

LOS VALORES SOCIALES DOMINANTES



     El valor social que más fuerza tiene en nuestra sociedad es el de conseguir bienes materiales, y ese valor requiere mucha eficacia económica. Los poderosos son los beneficiarios principales de la eficacia económica, y usan el poder que les da su dinero, tanto para conseguir más dinero, como para imponer sus normas al conjunto de la sociedad. 

   El resto de la sociedad tiene su principal interés puesto en conseguir el máximo de dinero posible, y pone la mayor parte de sus energías, de su inteligencia, de sus capacidades y de su tiempo al servicio de este objetivo, de tal manera que el individuo se ve obligado a renunciar al desarrollo de muchos aspectos de sí mismo, o a debatirse entre esos aspectos y la necesidad que siente de conseguir dinero. 

   En nuestra sociedad, el dinero se consigue rivalizando, luchando y esforzándose. 

  * La rivalidad produce diversos tipos de conflictos, pero todos ellos tienen en común que producen ganadores y perdedores, opresores y oprimidos, y los ganadores se convierten en opresores y dictan sus normas al resto de la sociedad, de tal manera, que nadie escapa a esa red de normas y de obligaciones. El Hombre quiere libertad, sentirse amado y amar, quiere seguridad y quiere paz, pero la rivalidad y los conflictos se convierten en el principal obstáculo para todos esos deseos. También podríamos decir que, en nombre del dinero y de lo que se puede conseguir con él, el Hombre renuncia a estos deseos, o los considera secundarios.

* Luchas por conseguir dinero no sólo produce conflictos, produce también pérdidas de energías, unas energías fundamentales para el desarrollo de los potenciales naturales del Hombre. Por otra parte, cuando el individuo desarrolla sus capacidades naturales, o aquello para lo que tiene más aptitudes, se encuentra con la lucha por el dinero puede determinar el desarrollo de cualquiera de sus capacidad. 

* El esfuerzo puede llegar a ser agotador, o cuando menos restar muchas energías, y esto impide al Hombre dedicarse plenamente a la vida amorosa con sus seres queridos, así como a su vida espiritual. 

  Y el Hombre ve que la rivalidad, la lucha y el esfuerzo pueden hacer que consiga sus deseos o bien que fracase, pero en ambos casos, el Hombre se siente insatisfecho, sufre por sus problemas y por sus preocupaciones, y se queja, se lamenta, pero vuelve a rivalizar, a luchar y a esforzarse con el objetivo de conseguir unos bienes materiales que le produzcan suficiente placer como para acabar con el dolor que siente, y así queda prisionero de esta espiral y sin ser consciente de la existencia de esta espiral. 

  Si se ve sin energías para la rivalidad, para la lucha y para el esfuerzo, el Hombre cae en el escepticismo estéril, en la resignación, en la impotencia, y en la consecución de aquellos placeres sensuales que pueda conseguir. 

  Pero siempre queda el camino espiritual, camino que requiere entender las trampas de nuestra sociedad y buscar en nuestro interior los caminos de la liberación y de la armonía. 

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