El Maestro se sentía ya muy viejo y quería dejar un sucesor. Ya había pensado en uno de los discípulos y un día en el que estaban los dos a solas le dijo:
-Ten, este es mi legado.
-Pero si sólo es una piedra -dijo el discípulo.
-Sí, pero te concederá aquello que más necesites en cada momento. Cógela y ven mañana a verme.
Al día siguiente, el discípulo se presentó ante el Maestro, y éste le preguntó:
-¿Qué has hecho con la piedra?
-La he tirado a un arroyo cuando venía para acá. -respondió el discípulo.
Y el Maestro sonrió satisfecho pues dejaba un buen sucesor.
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