miércoles, 20 de diciembre de 2017

EL AMOR COMO OBLIGACIÓN


   En las religiones y en las creencias y sistemas éticos, el amor (acompañado de la caridad, a la que muchos llaman solidaridad) aparece como una obligación moral. Las religiones ofrecen a cambio diversos premios y la salvación. Los sistemas éticos ofrece la promesa y la esperanza de que amando, las sociedad serán fraternales, humanitarias, y las conciencias morales se sentirán satisfechas, lo cual producirá una felicidad general.

   Aquí la cuestión es si el fin último del Ser Humano consiste en obtener el premio de la salvación que le ofrecen las religiones, y la felicidad interior y social que le ofrecen los sistemas éticos, o bien el fin último del Ser Humano es conseguir la liberación del sufrimiento a través de su propia transformación interior, es decir, de su propia liberación, para así sentirse Uno con el Todo, con la Divinidad. Es muy importante ser conscientes de esta diferencia, pues orientarnos en una dirección o en otra determina toda nuestra vida, y no orientarnos en ninguna, también.

  Tengamos muy presente que en el caso de las religiones y de los sistema éticos estamos ante una obligación doble, pues no sólo se trata de practicar diversos actos que ayuden a los demás y que no les dañen, sino que también se trata de la obligación de que el individuo sienta amor por sus semejantes. 

   La convivencia  humana requiere que el individuo preste ciertas ayudas a los demás y evite ciertos actos que puedan dañarles, sin embargo, el Ser Humano está dotado de una compasión, de una bondad natural que le impulsan a estos actos espontáneamente, sólo los deseos y las ambiciones impiden o limitan esos actos. 

   De esta manera, no es necesario que amar se convierta en una obligación religiosa o ética, pues eso limita mucho la libertad del individuo y le crea sentimientos de culpa. Para mí, el verdadero amor no puede florecer ni dar frutos nutritivos y fértiles como una obligación ni en el marco de unas libertades limitadas. 

   Además, el amor como parte de la ética y de la moral, acaba por estar al servicio de los poderosos, al menos en parte, ya que en toda sociedad una gran parte de la moral y de la ética la dictan los poderosos y las ponen al servicio de sus intereses y de su poder. 

   Tomemos el ejemplo de las ONGs y de la caridad cristiana. Su actitud es muy ética, muy amorosa,  y se financian con aportaciones privadas y en parte con aportaciones de los Estados, pero al ayudar a los necesitados evitan que los Estados se vean obligados a ser ellos los que ayuden a través de la práctica de la justicia social, unos Estados que necesitarían exigir más impuestos a los poderosos para que hubiera verdadera justicia social. Por su parte, los poderosos y aquellos que hacen donativos públicamente pueden calmar su conciencia moral y además ser admirados por los demás. Por último, los ayudados se vuelven dependientes de esas ayudas y se sienten obligados moralmente a dar las gracias, lo cual es una forma de sometimiento.  

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