Quien quiere manipular intenta convencer a los demás de que si le ayudan o si adoptan sus puntos de vista, saldrán beneficiados. A veces, los manipuladores acusan a quienes no se dejan convencer por ellos, de estar manipulados por los poderosos, o por otros ambiciosos, o de ser tontos, borregos o esclavos.
Quien se deja convencer, se somete al poder del manipulador, y además se ata a sus propios deseos.
Quien se libera de sus propias ataduras, ni intenta manipular ni es manipulado.
Quien es libre, gustosamente comparte lo que ha cultivado y cosechado.
Cuando no se comparte gustosamente, surgen las normas que limitan la libertad, surgen los poderosos y los manipuladores, y surgen los que ponen sus esperanzas en ellos.
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