La urraca quiere ser paloma, porque cree que es más bella, más virtuosa, más amada, y por todo ello más feliz. Y así, la urraca no cae en la cuenta de que ella también tiene alas.
Quien no consigue lo que desea se frustra, y el dolor le lleva a buscar y a luchar por más placeres y satisfacciones. Así se ata a sus búsquedas y a sus luchas, y nunca le crecen las alas.
Al sabio como al gorrión, le basta con su sencillez alada.
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