Todo lo que hacemos tiene siempre unas consecuencias, y todas ellas están indisolublemente ligadas a lo que hacemos.
Cuando lo que hacemos es algo armónico, las consecuencias pasan a formar parte del flujo natural de las cosas.
Cuando lo que hacemos NO es armónico las consecuencias son de varios tipos: Por un lado están las consecuencias que nos evitan lo temido y nos producen lo deseado. Por otro lado están las consecuencias que no consiguen lo anterioir y que nos decepcionan y nos frustran. Por otro lado están las consecuencias no deseadas. Y en todos los casos nos encontramos con multitud de consecuencias imprevisibles e incontrolables.
Como lo que más nos importa es evitar lo temido y conseguir lo deseado, las consecuencias no deseadas de nuestros actos NO armónicos no sólo nos importan menos que alcanzar el éxito, sino que además buscamos infinidad de justificaciones frente a ellas, especialmente culpar a los demás.
Centrados en evitar lo temido, en conseguir lo deseado y en nuestras justificaciones, con mucha más frecuencia de la que creemos, no somos conscientes de como muchos de nuestros actos acaban generando o alimentando los conflictos, los dramas y las tragedias.
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