sábado, 11 de agosto de 2018

MECANISMOS DE CONTROL SOCIAL (LAS CREENCIAS)



   El control más completo de todos es el que se consigue a través de las creencias: Inculcar a los demás las propias creencias sobre todo los aspectos de la vida,  convencerles de que la mejor manera de conseguir lo que necesitan o lo que quieren es mediante la adopción de las creencias del dominador. Conseguir no sólo su obediencia voluntaria y gustosa, sino su admiración e incluso su adoración, esto sólo se puede conseguir a través de las creencias. Esto siempre lo han sabido los poderosos y sus ayudantes y casi siempre han demostrado una enorme habilidad en su uso. 

   Tradicionalmente los poderosos habían usado principalmente las creencias religiosas a través de la alianza con los jefes de las religiones. En esta alianza los jefes religiosos se presentan como los intérpretes de la voluntad divina y así manipulan la fe de sus fieles para que estos den su apoyo a los poderosos, o bien para que les acepten como tales y no se rebelen contra ellos. Por otra parte, ciertos sectores de creyentes basan su vida en su fe y se alejan de lo social, con lo cual no son una oposición a los poderosos ni una ayuda para sus enemigos.

   Las creencias religiosas siguen siendo buenos aliados del poder, ya sea de forma directa o indirecta. Pero en el siglo XVIII con la Revolución Francesa surgieron las creencias políticas. Algunas de estas creencias justifican el poder de los poderosos, otras justifican las luchas de diversas fracciones sociales contra los poderosos o contras sus rivales de otras fracciones. 

   Tanto las creencias religiosas como las políticas pueden ser usadas para mantenerse en el poder o para alcanzarlo, pero también sirven para el control de los creyentes por parte de los jefes religiosos, y de los seguidores de unas creencias políticas por parte de los líderes políticos. 

   Pero la Gran Creencia actual es la creencia en la diosa FELICIDAD. Esta creencia fue creada por los filósofos ilustrados en el siglo XVIII (la mayoría de los cuales eran ateos) con los siguientes principios: Lo más importante es la Felicidad, pero la Felicidad del conjunto de los ciudadanos, y ésta se consigue cuando se alcanzan las libertades políticas y sociales, los derechos del individuo, cuando el progreso económico acaba con la pobreza y cuando reina la justicia y los valores morales. 

  Se trataba de una felicidad que dependía de que pudiera llevarse a la práctica un modelo de sociedad ideal puesto al servicio del bien común de la totalidad de los ciudadanos. 

   Los capitalistas usaron la filosofía ilustrada como elemento ideológico para alcanzar el poder y después para conservarlo. Y cuando lo tuvieron recurrieron a deformar, a falsificar, los principios ilustrados sobre la felicidad. Hicieron que la felicidad fuera vista como algo privado y personal, y sobre todo, como algo que el individuo alcanzaba cuando conseguía aquellos bienes materiales y aquellos placeres sensuales que deseaba. De esta manera, el individuo pasará a tener como prioridad comprar los productos y los placeres materiales que el capitalista le vende, y para conseguir el dinero con el que comprar esos bienes y placeres, tendrá que trabajar eficazmente al servicio del capitalista. Esto se desarrolló en el siglo XIX, pero en pleno siglo XXI es todo un éxito. 

   Se puede argumentar que el individuo se ve obligado a comprar a los capitalistas los bienes materiales que necesita porque no puede conseguirlos de otra manera, y se puede argumentar que se ve obligado a trabajar para el capitalista para ganarse la vida. Sin embargo, cuando el individuo tiene lo que necesita para vivir, le sigue dominando el deseo de seguir comprando y está dispuesto a someterse a las condiciones que le pongan para conseguir el dinero que necesita para comprar aquello que realmente no necesita. 

   Aquí nos encontramos con que la falsificación ha tenido mucho más éxito en la gran mayoría de los ciudadanos que el original creado por los filósofos ilustrados. ¿Por qué ha sido así? ¿Por qué la herejía se ha convertido en la religión dominante? Se podría contestar que esto se ha debido a la habilidad manipuladora de los capitalistas y de sus ayudantes expertos en comportamiento social e individual, pero no yo creo esto. Para mía, la respuesta hay que buscarla en el hecho de que la gran mayoría de los ciudadanos dan por bueno solamente aquello que se adapta a su nivel de conciencia, es decir, dan por bueno solamente aquello que quieren escuchar, aquello que está de acuerdo con sus creencias previas. 

   Tanto los ciudadanos del siglo XIX, como los del siglo XX y de la actualidad, tenían y tienen a su disposición las sabidurías y las diferentes alternativas, y sin embargo, prefieren los valores difundidos por los poderosos que los valores de las sabidurías y de las ideologías contrarios y alternativos a esos valores. La mayor habilidad manipuladora de los poderosos y de sus ayudantes no consiste en mentir o en presentar su visión adulterada y pervertida de la realidad, sino que consiste en prometer lo que la gente desea y después buscar buenas excusas para no cumplirlo si es que no pueden o no quieren concederlo, sabiendo que la mayoría de la gente aceptará de buen grado o resignadamente esas excusas, pues si la gente no acepta esas excusas se verá en la obligación de luchar contra los opresores y, sobre todo, se verá forzada a abandonar sus creencias y a substituirlas por otras alternativas. Pero hoy día domina una fe profunda en las creencias sobre la FELICIDAD, y nadie quiere convertirse en un hereje de esa fe. 

   Hoy día, la creencia en la FELICIDAD le da sus frutos a cualquiera que tenga algún tipo de poder económico, social o político, a través de los mecanismos de las alegrías y de las insatisfacciones. 

   Cuando el individuo está alegre sólo se dedica a disfrutar de su alegría, y eso hace que no piense, que no se cuestione el tipo de sociedad en la que vive, y por lo tanto se vuelve sumiso. Por otra parte, el sistema capitalista ha alcanzado un grado de desarrollo y de eficacia económica que le permite ofrecer infinidad de alegrías a la mayoría de los ciudadanos, y cuando el individuo no las consigue, siempre le queda su fe en conseguirlas, y en esa fe basa su vida. 

   La mayoría de los ciudadanos no están satisfechos con lo que tienen, pero tienen fe en que vencerán al Diablo de la insatisfacción (hay que ser positivo, se puede conseguir lo que se desea, son cosas que se escuchan por todas partes), y esa fe les lleva a poner todas sus energías en conseguir las alegrías que desean, y mientras se esfuerzan y luchan, su fe hace que no se cuestionen la sociedad en la que viven, con lo cual se vuelven sumisos. 

   La insatisfacción lleva a muchos ciudadanos a luchar en el terreno social o político, y también a formar parte de alguna fracción con la que comparten intereses y creencias, pero sus luchas sólo tienen el propósito de conseguir sus propios intereses, y sus luchas se dirigen solamente contra otras fracciones de la sociedad, con lo cual ninguna de esas luchas tiene capacidad para transformar la sociedad.

   Toda sociedad tiende a perpetuarse y a expandir sus valores, y todo individuo tiende a convencer a los demás de que se sumen a sus creencias. Hoy día, las creencias dominantes son las que más seguidores tienen. Fijémonos en cualquier concentración o reunión de personas. La gran mayoría de esos grupos los forman personas que se unen al grupo para hallar alegrías, para disfrutar de cosas que sólo saben encontrar en el grupo, sólo la minoría de las concentraciones son para luchar en pro de los intereses de una fracción social.

   Una concentración humana, un grupo humano, ejerce una enorme fuerza de atracción sobre el individuo. El rebaño tiende a atraer a las ovejas descarriadas. Son muchos los individuos que pasan a sumarse al grupo para no correr los riesgos de enfrentarse a los poderosos y a sus ayudantes, o para no sentirse marginados, o para no sentirse solos, o para sentirse acogidos, queridos, y para ello, la gran mayoría acaba sucumbiendo a los valores dominante del grupo, valores que en la actualidad casi siempre son los valores dominantes de la sociedad. Y así se cierra la trampa del control ejercido a través de las creencias, unas creencias que obstaculizan intensamente el desarrollo de verdaderas mejoras y la creación y el desarrollo de alternativas.

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