miércoles, 27 de diciembre de 2017

LUCHAS EXTERNAS


    Quien tiene deseos de conseguir cosas externas, la mayoría de las veces lucha para conseguirlas. Estas luchas requieren esfuerzos y sacrificios, a veces provocan conflictos con los demás, miedos, conflictos morales internos y agitación. 

   Cuando el luchador consigue lo que desea cree que ha vencido, pero siempre quedan heridas propias y a veces las ajenas, y los precios pagados, y al cabo de un tiempo, lo conseguido deja de tener valor. Claro que, cuando el luchador no consigue lo que desea, no sólo le queda la frustración, sino también le quedan las heridas y ver lo inútil que resultaron sus esfuerzos y sus sacrificios. 

   Ganador y perdedor tienen otra cosa en común: la esclavitud a lo deseado y a los medios usados para conseguirlo. Así, en términos de libertad, todo luchador por cosas externas siempre resulta derrotado. 

   A veces las luchas son para mejorar el mundo que nos rodea. En estas luchas, siempre se producen heridas, esfuerzos y sacrificios, y unas veces se consiguen los objetivos y otras se fracasa, pero ambos casos se produce la derrota. Los luchadores ponen todas sus energías en cambiar lo externo, con lo cual no ponen ninguna en cambia su propia conciencia. Si los luchadores ganan cambian las formas y da la impresión de que se ha producido una mejora, pero los luchadores y el resto de las personas siguen con sus mismos niveles de conciencia, con lo cual, el cambio no habrá sido real, y tarde o temprano ese cambio causará nuevos problemas. 

    Cuando la lucha es entre opresores y oprimidos, las victorias de los oprimidos hacen que mejoren las cosas y que aumenten las libertades políticas y sociales, sin embargo, los vencedores seguirán atados a sus deseos de que la sociedad sea como ellos la desean y a todo lo que se ven obligados a hacer para defender aquello que han conseguido. 

   El que fracasa a la hora de conseguir cualquier clase de deseos, a veces se vuelve resignado. Pero el resignado sólo se ahorra todo lo que implica la lucha, sin embargo le domina la tristeza por no haber conseguido lo deseado y sigue siendo un esclavo de ese deseo. 

   Las luchas por las cosas externas nos presentan una factura dolorosa. La tragedia y el drama de todo esto asienta sus raíces en el hecho de que los luchadores no saben conseguir sus satisfacciones y sus placeres de otra manera. La mayoría de las veces es mayor el precio en dolor que el premio en satisfacciones y placeres, pero al luchador eso no le importa, pues cree que si no lucha no conseguirá las únicas satisfacciones y placeres capaces de acabar con su dolor o que le darán la tan ansiada felicidad. Además, cuando no está luchando puede conseguir ciertas satisfacciones y placeres, pero esto nunca le resulta suficiente y tiene que luchar por conseguir cosas más satisfactorias y placenteras. 

   A veces el dolor producido por las luchas o bien los diferentes fracasos o derrotas, le hacen cuestionarse profundamente su vida, y con una conciencia más elevada o más profunda, busca las satisfacciones y los placeres por caminos diferentes a los de las luchas. 

   

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