Sus verdades son su alimento y la promesa de recibirlo, y por ello cree y hace lo que le dicen aquellos que se lo dan.
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Quien tiene algún deseo intenso, a las mentiras las ven: A las suyas como herramientas, y como inmoralidades a las ajenas.
Quienes quieren liberarse, a las mentiras sólo las ven como astucias del ego.
El ingenuo se lo cree todo, pero sólo las mentiras pueden hacerle ver su ingenuidad.
El mentiroso dice y promete, lo que el crédulo quiere oír y lo que espera recibir.
El mentiroso se beneficia, el crédulo se perjudica, pero las mentiras les atan a ellas, y cada uno se encadena al otro.
El mentiroso al que creen los demás, es un ingenuo y un crédulo, pues cree que mintiendo conseguirá lo soñado.
El crédulo, cuando lo sigue siendo tras un tiempo, es porque prefiere la mentira a la realidad.
El ingenuo, el mentiroso y el crédulo, cuando toman conciencia plena de lo que son, dejan de serlo, y se muestran receptivos a lo que hallan en sus caminos y dentro de sí mismos, pues eso que hallan, aunque no sea toda la realidad, nunca es una mentira.
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