martes, 2 de enero de 2018

SER LO QUE SOMOS


   Una buena parte de nuestra atención, de nuestra inteligencia, de energías (y a veces incluso todas) las utilizamos  en conseguir nuestros y en evitar aquello que no deseamos, y esto hace que nuestros pensamientos se centren en esos aspectos y que esos pensamientos oculten lo que realmente somos, lo que todos llevamos en nuestro interior, lo que nos habla a través de nuestra conciencia. 

   Durante el tiempo en el que estamos libres de nuestros deseos vemos en nuestro interior, y eso que vemos es el reflejo de nuestra verdadera esencia. Eso que vemos es como un huerto que nos invita a que lo cultivemos. A cada uno de nosotros nos nacen nuestras propias plantas, nunca nos nacen todas, pero si cultivamos las que nos nacen y lo hacemos a nuestro propio modo, a nuestro propio ritmo, tendremos el alimento necesario para nuestra vida espiritual, es decir, para sentirnos libres interiormente, para sentirnos plenos, y además siempre nos sobrarán plantas que los demás sabrán apreciar, que les ayudarán, y de las que obtendrán una parte de su alimento espiritual.



   Somos centros y somos periferias. Cuando somos el centro, los demás nos ven con su propia visión. Unas veces algunos se aprovechan de nuestras debilidades, otras a veces a algunos les resultamos molestos, a veces incluso podemos dañar a alguien con lo que hacemos para conseguir lo que deseamos, pero lo que más aprecian, lo que más les enriquece, son las plantas de ese huerto interior que cultivamos. 

   Cuando somos periferias, conviene que nos fijemos en el centro de los demás, es lo mejor que tienen, lo más nutritivo, lo que más nos enseña y enriquece. 

    Somos el centro de nuestra propia vida y somos la periferia de la vida de los demás. Estas relaciones son las que forman las redes sociales que realmente son importantes, pues al enriquecernos a nosotros mismos estamos enriqueciendo a los demás, y cuanto más ricos son los demás, más nos enriquecen a nosotros. 

   En nuestras vidas se alternan el mundo de nuestros deseos de conseguir cosas, y nuestro mundo interior, y ambos se influyen entre sí, pero siempre tenemos la libertad interior de decidir en cual de esos mundos ponemos la mayor parte de nuestras energías y de nuestros pensamientos. 

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