viernes, 19 de enero de 2018

CONOCERSE A UNO MISMO

      Esta foto la he hecho yo mismo, la sombra que sale es la mía. Queremos conocernos a nosotros mismos, y como máximo conseguimos conocer a nuestra sombra. 

     Somos Uno con el Todo, con la Divinidad. La Naturaleza y el Universo son Uno con el Todo, con la Divinidad, y nosotros Naturaleza y Universo. De esta manera, conocerse a uno mismo es conocer al Todo, a la Divinidad, y para ello lo que tenemos más cercano es la Naturaleza y el Universo. 

   Generalmente, estos aspectos no se tienen en cuenta, y lo que se pretende conocer es algo diferente, algo separado del Todo, de la Divinidad, de la Naturaleza, del Universo. Y ese algo separado es nuestro ego y las partes que lo componen, tales como nuestras emociones, nuestra moralidad, nuestras creencias, y todo esto se resume en querer conocer el por qué pensamos como pensamos y el por qué reaccionamos y actuamos como lo hacemos, y queremos conocer con la esperanza de poder dominar o controlar nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras reacciones y nuestros actos. 

   Ahora bien, nuestro ego no reacciona igual ante cada situación diferente, y a veces tampoco reacciona igual ante las mismas o similares situaciones. Por eso nunca podemos conocer del todo a nuestro ego, pues no vamos a vivir todas las situaciones posibles. 

  Así, sólo podemos conocer una parte de nuestro ego, y esa parte sólo es posible conocerla a partir de una observación libre de justificaciones y de condenas, pues tanto las justificaciones como las condenas son distorsionadoras morales de nuestra realidad interior y, por lo tanto, producen falsos conocimientos. 

   Y queda otro aspecto fundamental:
          ¿Con qué conocemos?

    Podemos conocer con nuestra mente, con nuestra intuición, con eso que muchos llaman el corazón, y podemos conocer con nuestra conciencia. 

   Lo que la mente es capaz de conocer nunca es la verdad última, y además tiene una visión distorsionada por todos y cada uno de los aspectos de nuestro ego. 

    Lo que la intuición y el corazón pueden llegan a conocer es más profundo que lo que puede conocer la mente, pero siempre es subjetivo y, por lo tanto, nunca podemos estar seguros de que sea un conocimiento completo o acertado. 

   A mi modo de ver, el conocimiento más profundo es el que nos proporciona nuestra conciencia, sin embargo, nuestra conciencia se ve interferida, obstaculizada y a veces engañada por las ilusiones de nuestra mente, por nuestros deseos, por nuestras emociones, por nuestras creencias. La visión clara por parte de nuestra conciencia se da en situaciones especiales, como una revelación, como una intuición, como una corazonada, y se da también y sobre todo, en estado de serenidad. 

   Nuestra conciencia es una parte fundamental de nuestra verdadera naturaleza, de nuestra verdadera esencia, es donde se refleja el Todo, la Divinidad, es donde se refleja nuestro espíritu, y la parte más cercana a ese espíritu. ¿Podemos conocerla? La pregunta está mal hecha, pues en nosotros no existe un conocedor que pueda examinar o analizar a nuestra conciencia, ni que pueda ver más que ella. 
 

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