sábado, 23 de noviembre de 2019
EL CUENTO DEL MERCADO DE LAS EVASIONES
El viejo profesor estaba en compañía de Sofía y de Clío y estaban hablando de las evasiones, tanto en el aspecto de que eran formas de no afrontar la realidad, como que eran ilusiones y esperanzas falsas, aunque estaban las fantasías, las cuales, si se sabían distinguir de la realidad, era una buena fuente de sabiduría. En vez de seguir debatiendo, el viejo profesor les contó el siguiente cuento:
"El viajero y la anciana dejaron el mercado de las contradicciones, y juntos se fueron a una ciudad vecina en la cual estaba el Mercado de las Evasiones. Se acercaron a un puesto y el viajero, ante su ignorancia de como funcionaba ese mercado, pidió información al vendedor.
-Lo primero que necesito saber para poder venderle una de las muchas evasiones de las que dispongo, es de qué realidad quieren evadirse ustedes.
-Pues nos deja usted totalmente desconcertados, nosotros creíamos que realidad no había más que una. -Dijo el viajero.
-Y tiene usted razón, realidad no hay más que UNA. Pero también sabrá usted que la gran mayoría de la gente llama realidad a cosas diferentes. -Dijo el vendedor.
La anciana empezó a preguntarle que le vendería para evadirse de diferentes realidades, y el vendedor siempre le ofrecía venderle una realidad opuesta.
-Pero eso es una visión dualista en la que para evadirme de algo tengo que derrotarlo y poner a su contrario en su lugar, así no funciona el Universo ni la Naturaleza.- Dijo la anciana.
-Pues precisamente las evasiones que más vendo son las de la realidad del Universo y de la Naturaleza, y no sabe usted a cambio de cuantas cosas diferentes vendo esas evasiones. Aunque como soy honesto, a usted no voy a intentar venderle nada, además no creo que me lo comprara. ¿Qué puedo venderle yo que ya no le hayan intentado venderle otros vendedores en otros mercados, sobre todo en esos mercados a los que llaman Mercado de la Esperanza? -Dijo el vendedor.
-Y para evadirme de la sociedad actual, ¿qué me vendería usted?
-Le preguntó la anciana.
-Si usted no fuera una persona que busca la sabiduría, le vendería muchas cosas: Poder, deseos, placeres, riquezas, emociones amorosas, infinidad de ilusiones y todo tipo de esperanzas, todo tipo de drogas, e incluso la locura. Pero para usted sólo tengo tres cosas, aunque sospecho que ya las tiene o puede conseguirlas por usted misma: Capacidad para soportar el artificio de la sociedad, soledad serena, y fantasía, esa fantasía que sabe distinguir lo fantástico de la realidad, pero esa fantasía en la que surgen los aspectos más profundos y elevados de nuestro interior, esa fantasía que sabe usar las flores y los frutos de la fantasía para la vida cotidiana y para aumentar la sabiduría y elevar la conciencia. -Dijo el vendedor.
-Conoce usted muy bien su oficio y es usted un hombre sabio. Pero no nos ha dicho en qué moneda cobra usted lo que vende.
-Dijo el viajero.
-Creo que eso lo sabe muy bien la anciana. -Dijo el vendedor.
-Bueno, al menos creo saberlo. En unos casos la moneda es una reducción de la libertad, o la esclavitud, o vivir en la ilusión y en la contradicción, y la más habitual es el sufrimiento y la ignorancia. Ahora bien, a veces se hacen compras sabias, y entonces sólo se paga con vida sencilla y con soledad serena, y entonces el comprador gana. Gana en madurez, en sensatez, en sabiduría, en libertad y en armonía. Todo depende de lo que tus deseos y tu inteligencia te impulsen a comprar, y todo depende de tu sabiduría para saber qué es lo que más te conviene comprar, aunque como has visto, yo no le compro nada, pues ya sabes que no necesito nada. Un día lo necesité y lo compré, después del precio me pareció muy caro y a veces los vendedores me engañaron, y decidí conseguir por mí misma aquello que necesitaba, pero como ves ya soy muy anciana, y no hace mucho que no necesito nada.
-Concluyó la anciana, y concluyó el cuento."
Ni el viejo profesor ni Clío dijeron nada, pensaron que en el cuento se explicaban las cosas con bastante claridad, y que lo que no aparecía a simple vista, sólo se podría comprender en el silencio de la soledad serena. Pero Sofía dijo:
-El cuento no habla de evadirnos de nosotros mismos.
-Yo creo que toda evasión es una evasión de nosotros mismos.
-Dijo el viejo profesor. Sofía quedó muy pensativa, pero reconoció que su marido estaba en lo cierto, aunque entendió que comprender eso era cosa de cada individuo, pues cada uno entiende mejor que nadie que es lo que no puede soportar y qué es lo que le gustaría tener y ser. Y muy pocos son conscientes de que tienen todo lo que necesitan y de son Uno con el Universo y con la Naturaleza y que además están dotados de una esencia divina y de una conciencia.
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