Según la mitología china, en el Cielo había un melocotonero cuyos melocotones concedían la inmortalidad a aquellos cuya sabiduría les había permitido llegar al Cielo. Así, en muchas imágenes en las que se representa a sabios, vemos a estos con un melocotón en una mano.
Quien lo que más valora es la comprensión profunda, no comete errores, pues haga lo que haga, sienta lo que sienta, piense lo que piense, diga lo que diga, siga el camino que siga, de todo saca conclusiones que aumentan su sabiduría.
Quien lo que más valora son las demás cosas, sus errores son proporcionales a la fuerza con la que desea esas cosas.
Quien no para de explorar en busca de la comprensión profunda, ni es arrogante, ni es loco, ni es estúpido, y no es ninguna de estas tres cosas pues en sus exploraciones siempre acaba por llegar a un punto en el que las reconoce en sí mismo y eso le permite orientar su exploración por camino que le dirigen hacia actitudes sabias y armónicas.
El arrogante es aquel que se cree mejor que los demás. El loco es aquel que se ha divorciado de la realidad en la que vive. El estúpido es el que, aunque sepa conseguir lo que desea, ignora lo que le conviene. El Sabio es aquel que sabe que no existe lo mejor ni lo peor, el que no deja de ahondar en la realidad, y el que sabe vivir en armonía con lo profundo que ha alcanzado a conocer y a comprender.
Los humildes que vemos, casi todos ellos lo son solamente porque no tienen energía o valor para ser otra cosa. Sólo el Sabio es verdaderamente humilde, pues ya no tiene nada que demostrar, no busca a nadie a quien convencer, no busca a nadie a quien vencer, no busca nada que conseguir. Lao Tse decía: El Sabio lo único que desea es no desear.
Escribo esto porque no soy sabio, porque mi comprensión es insuficiente. Escribo esto porque escribir y compartir mis escritos me enriquece y me enseña, y escribo esto porque mi humildad es en realidad una arrogancia disimulada, una arrogancia, que al buscar admiración también me estimula a aprender y a compartir lo que ve aprendiendo. Todo se reduce a caminos y a caminantes, a un Misterioso Horizonte, el cual sólo alcanzamos a intuir.
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