viernes, 21 de junio de 2019
CONCEPTOS Y ARMONÍA
Un profesor de filosofía iba caminando por el bosque, y como era costumbre en él iba reflexionando acerca de los muchos conceptos filosóficos que conocía. Ese día reflexionaba sobre conceptos como bueno y malo, positivo y negativo, bello y feo, útil e inútil, sobre el centro y los extremos, sobre lo más conveniente en cada caso, y pensó que todo ello se refería a diferentes formas de conseguir deseos y a las consecuencias de cada una de ellas, y tomó conciencia de que estaba atrapado por sus deseos de que las cosas fueran de una manera y no de otra.
Entonces pensó en las diferencias entre tener deseos y no tenerlos, pensó en qué sería lo más sabio, pensó en las consecuencias de seguir cada camino, y ese tipo de pensamientos también le llevó a ser consciente de que estaba atrapado en sus deseos de que su vida fuera de una manera y no de otra.
Y siguió caminando por el bosque, ensimismado, tan ensimismado que no vio a un anciano que venía caminando hacia él, ni tampoco vio una piedra que había en el camino, tropezó con ella y cayó al suelo. El anciano llegó enseguida junto a él y le ayudó a levantarse, y para sorpresa del filósofo le dijo:
-Tiene usted que mirar a las ramas de los árboles, así evitará estas caídas.
El filósofo le tomó por un viejo loco y le replicó:
-Dirá usted que tengo que mirar al suelo, ¿No?
-No señor, tiene usted que mirar a las ramas de los árboles. -insistió el anciano, el cual se alejó dejando al filósofo con la palabra en la boca.
Sin saber por qué, el filósofo se puso a mirar a las ramas de los árboles. Soplaba un poco de viento y las ramas se inclinaban siguiendo la dirección del viento, y en cuanto el viento cesaba las ramas volvían a recuperar su posición original. Entonces el filósofo pensó que cuando el viento soplara en otra dirección, las ramas se inclinarían en esa dirección y cuando cesara volverían a recuperar su posición original. ¡Eureka! ¡Lo encontré! exclamó el filósofo para sus adentros. Pero como profesor de filosofía enseguida se puso a pensar en como explicaría a sus alumnos este descubrimiento sobre la armonía, y poco a poco fue llegando a la conclusión de que no podría hacerlo utilizando los conceptos que conocía. Y entonces fue consciente de la sabiduría del anciano, y siguió caminando, mirando a las ramas y escuchando el rumor del viento en ella, mirando al suelo, mirando el paisaje, mirando a las nubes, mirando a las flores y a las mariposas, escuchando a los pájaros..., mirando y escuchando, liberándose de los conceptos.
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