Por nuestras necesidades y por nuestros deseos, la vida y los demás nos exigen pagar un precio.
Pero somos malos pagadores, y para no pagar, o para pagar sólo lo que queremos, recurrirmos a la fuerza y al poder para dominar, y a la inteligencia para elaborar estrategias.
Pero no podemos evitar que surjan los conflictos, las luchas, y sus dolorosas consecuencias, y de éstas dinámicas nadie escapa sin pagar un alto precio.
Y lo complejo y lo agitado, nos imponen su dominio y su ritmo.
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