Para lo que deseamos, para lo que hacemos, y para lo que creemos, siempre estamos buscando justificaciones que nos legitimen ante los demás, y que nos convenzan a nosotros mismos de que estamos en el camino correcto.
A los argumentos para justificar lo que deseamos, lo que hacemos y lo que creemos, les presentamos como:
*Verdaderos.
*Buenos.
*Como necesidades.
*Como cosas a las que tenemos derecho.
Y siempre encontramos argumentos con pruebas que nos justifican, y cuando esos argumentos y esas pruebas son rechazados y combatidos con otros argumentos y con otras pruebas, acusamos a quienes los rechazan y los combaten:
*O de estar equivocados.
*O de ser malvados.
*O de ser injustos.
*O de ser tiranos.
Éstas dinámicas nos agitan, y así no hallamos la serenidad necesaria, ni para comprender la realidad, ni para despertar de nuestros sueños, ni para armonizar con lo que la conciencia nos muestra.
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