Nuestro ego nos dice que nuestra persona y nuestros deseos son lo más importante. Ésto nos lleva interferir en la vida de los demás, pues la interferencia es la forma más eficaz de conocerles, y así podernos defender, o dominarles.
Cuando el ego y los deseos reinan,
en el trono los mantienen,
el escudo y la espada.
Para evitar o reducir, los daños y el dolor producidos por las luchas y por la dominación, la sociedad establece normas, leyes, moralidad, y al hacerlo, también interfiere en la vida de los demás, y también con la intención de defenderse, o de dominarles.
¿Quien puede, o quiere, convencer a su ego
de que deje de interferir en la vida de los demás?
Quien lo consiga,
al escudo y a la espada,
los dejará sin utilidad.
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