Nuestro ego es el que tiene las creencias. Cuando un individuo tiene una creencia concreta, se siente inseguro ante tantas creencias diferentes, y sólo los muy tozudos, los arrogantes y los fanáticos, las defienden solos contra viento y marea.
Cuando el ego se encuentra con otros egos con los que comparte creencias, se forman círculos de creyentes, y sus miembros se apoyan, se protegen, y todos ellos creen que sus creencias son superiores y mejores, y sólo a las suyas las ven como verdaderas. Basados en ésta pretendida superioridad, cuando la creencia alcanza cierta intensidad, con cierta frecuencia los creyentes elaboran infinidad de justificaciones, y autorizados por ellas, pueden recurrir a diferentes medios agresivos para defenderlas y para imponerlas a los demás, y además, dejan de ver las diferencias entre defenderlas e imponerlas.
La conciencia no tiene creencias, por un lado porque ve todo lo anterior. Por otro lado, porque ve la Unidad de las cosas, ve que todas son necesarias, y ve que se complementan.
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