martes, 14 de febrero de 2017
OTROS DIÁLOGOS
Aquel hombre al que llamaban Observador, decidió profundizar un poco más en el interior de las personas, y para ellos pensó que la mejor manera era observar sus reacciones ante la sabiduría espiritual.
El primer hombre con el que se entrevistó fue un rico banquero, el cual le dijo:
-Todo eso que usted me explica es muy bello y muy elevado, y muy necesario para este mundo, pero yo no puedo renunciar a mi banco, le he dedicado toda mi vida, además, creo riqueza y beneficio a la gente.
La segunda entrevistada fue una política, la cual le dijo:
-No puedo renunciar a la vida política, la gente de este país necesita a gente como yo, y lo que usted me dice no ofrece soluciones para los problemas concretos de la gente.
La tercera también fue una mujer, y esta, tras pedirle ayuda para sus hijos y ante la negativa del Observador a dársela, le dijo:
-Mucho predicar, pero nada de ayudar a los pobres. Yo no necesito ni filosofías ni religiones, yo necesito ayuda para mis hijos, que tengo que criarlos sola.
Otro día se encontró con un hombre, el cual le dijo que le parecía muy bien lo que decía, pero que estaba muy atado a sus placeres, que no se veía con fuerzas para renunciar a ellos y vivir una vida sencilla.
También se entrevistó con un matrimonio de edad madura, los cuales le dijeron que el amor que sentían el uno por el otro era lo más bello que nunca habían conocido, y que además tenían el amor de sus hijos y de sus nietos.
Se le acercó una mujer que pareció interesada en sus ideas, pero cuando el Observador se las explicó, le dijo:
-No puedo vivir sin sentir la intensidad de las emociones, sin esa intensidad es como si estuviera muerta, yo no puedo vivir de una forma sencilla y serena.
Se entrevistó con un hombre que presumía de ser totalmente racional, el cual le dijo:
-Todo eso que me explicas no puede demostrarse, son creencias, fantasías, miedo a afrontar la vida como es, con sus luchas, con sus conflictos, con sus problemas, y es también una negativa a buscar soluciones reales a los problemas de la sociedad.
Después se entrevistó con una mujer con aspecto triste y decepcionado, la cual le dijo:
-Yo ya no me creo nada.
Un moralista y miembro de una ONG le dijo:
-La gente no necesita consejo sabios, lo que necesita es gente con sentimientos humanitarios, gente honesta que no permita la corrupción ni las injusticias.
Cuando el Observador pensaba entrevistarse con una persona religiosa, desistió, ya conocía la respuesta. Le diría que su religión ya tenía soluciones para todos los problemas de la humanidad, que el único problema era la falta de fe y de principios religiosos del Hombre actual.
Se entrevistó con un grupo de estudiantes universitarios, y todos ellos le dijeron que para ellos lo más importante era su futuro profesional.
Finalmente se entrevistó con un enfermo, y éste le dijo:
-Es obvio que lo que necesito es curarme, necesito buenos médicos, no buenos consejos ni sabias formas de vivir, puede que me quede poco de vida, y si me queda más tiempo, mi mala salud siempre será el problema más importante para mí.
Tras todo esto, el Observador se dijo a sí mismo:
-Cada cual tiene su propio nivel de conciencia y se encuentra en una situación particular del camino de su vida. A la espiritualidad sólo se acerca aquel que lo decide libremente, o al que le empuja su conciencia, o aquel que ha visto cerradas las demás puertas y agotadas las demás vías. Creo que he de dedicarme menos a observar a los demás y más a observarme a mi mismo para continuar con mi propio camino, y quien se interese por la espiritualidad, ya sabrá ver él mismo por sí sólo la manera de encontrarla y el camino que ha de seguir.
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