-Me engañó, abusó de mí, fuero muy duro y muy cruel, injusto y egoísta, bla, bla, bla, ...
-Son unos tiranos, no tienen conciencia, ni humanidad, ni escrúpulos, bla, bla, bla, ...
-Pobre de mi, tengo muy mala suerte, soy débil, no puedo hacer más, bla, bla, bla, ...
-Nadie me quiere, todos me desprecian o me odian, sólo quieren aprovecharse de mi, bla, bla, bla, ...
Un viejo, ya muy viejo y encorvado, que oyó este diálogo lastimero, les dijo:
-Puede que que sea cierto lo que decís, o que exageréis, pero sería mejor para vosotros que en vez de gastar vuestra energía en lamentaciones y en intentar provocar la compasión de los demás, la usarais para volar con vuestras propias alas.
-Métete en tus asuntos, viejo chocho. -le respondieron los aludidos con aire de dignidad ofendida, y siguieron quejándose, armados hasta los dientes de ese arma tan poderosa, tan seductora y tan difícil de rebatir, que la justa indignación.
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