viernes, 10 de febrero de 2017
DIÁLOGO DE ESCLAVOS
En una taberna de una ciudad cualquiera del Imperio Romano, cuatro amigos mantenían el siguiente diálogo:
-Aunque soy esclavo, me siento contento. Mi amo me trata bien, vivo en una casa cómoda y lujosa, el trabajo es poco, y de vez en cuando siso a mi amo en la compra y me paga mis caprichos. -dijo el esclavo sumiso.
-Pues yo no estoy contento, y no sólo es que tenga que trabajar mucho y no siempre me alimenten bien, es que no soporto la opresión. Por eso me resisto todo lo que puedo y lucho junto con otros que piensan como yo. -dijo el esclavo rebelde.
-Ya, pero la lucha no sirve de nada. Yo luché junto a Espartaco y le crucificaron a él y a miles más. Además, he viajado mucho, incluso fuera del Imperio, y en todas partes hay diferentes formas de esclavitud. -dijo el esclavo resignado.
-Pues a mi me liberó mi amo, y ahora soy libre, he podido montar esta taberna y las cosas me van bien. -dijo el esclavo liberto.
-Tú también eres tan esclavo como nosotros, -le dijo el esclavo sumiso- Es cierto que no tienes amo, pero has usado tu libertad para conseguir tus deseos, y ahora eres esclavo de esos deseos. Te pasas el día y la noche en la taberna sin conocer más mundo que éste, soportando a borrachos y a camorristas y nunca tienes tanto dinero como deseas.
Ante estas palabras intervino el esclavo rebelde y dijo:
-Yo al menos lucho por la libertad, y nuestro amigo liberto puede ir a donde quiera y sólo se rinde cuentas a sí mismo.
Ante esto, el esclavo sumiso le replicó al rebelde:
-Todos somos esclavos de nosotros mismos. Yo por mi actitud perruna ante mi amo, tú porque estás esclavizado a todo lo que exigen tus luchas, a tus miedos ante las represalias, y a tus esperanzas, y nuestro amigo resignado es esclavo de su impotencia y de su escepticismo y no tiene la suerte de tener un amo como el mío.
-¿Tú sabes en qué consiste la verdadera libertad? -le preguntó el esclavo rebelde al sumiso, el cual respondió:
-Una vez pasó por la casa de mi amo un hombre que hablaba de eso.
-¿Y qué decía? -preguntó el esclavo rebelde.
El esclavo sumiso dedicó cinco minutos a resumir las palabras de aquel hombre, y el esclavo rebelde sentenció:
-Todos hemos oído cosas como esas, y son tonterías.
Los demás asintieron y pidieron otra ronda.
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