martes, 19 de noviembre de 2019

EL MERCADO DE LAS ILUSIONES: LA ANCIANA


  El viajero se acercó al puesto de la anciana dispuesto a observar en silencio lo que allí pasara, y tuvo que esperar un buen rato hasta que un hombre se acercó y le propuso a la anciana venderle su victimismo a cambio de compasión.

 -No, a cambio de su victimismo sólo puedo ofrecerle alas para volar. -Le dijo la anciana.

 El hombre insistió, pero la anciana siguió negándose, y el hombre insistió más, utilizando todos los argumentos conmovedores que pudo, pero la anciana siguió ofreciéndole las alas, y el hombre finalmente desistió y se fue.

  Después se acercó una mujer. Quería venderle a la anciana sus miedos a cambio de seguridad, o de certidumbres, y sobre todo, a cambio de valor. 

  -No, a cambio de sus miedos sólo puedo ofrecerle aceptación de lo natural. -Dijo la anciana.

  La mujer insistió, y regateó y ofreció argumentos, pero la anciana no cedió, y la mujer se fue.

  Más tarde llegó un hombre, todavía joven, vendiendo su confusión, a cambio quería garantías sobre la verdad.

  -No, lo único que puedo ofrecerle es sencillez. -Dijo la anciana.

  De nuevo la insistencia y el regateo, y de nuevo la firme negativa de la anciana, hasta que el hombre se cansó y se fue. 

 Una mujer vino a venderle sus creencias, a cambio también quería garantías sobre la verdad. 

  -No, lo único que puedo ofrecerle es sabiduría. -Dijo la anciana. Y de nuevo se repitió una escena parecida de insistencias y de regateos y de negativas de la anciana, y la mujer se fue. 

 Y llegó un hombre que ofreció venderle sus ilusiones a cambio de felicidad.

 -Lo único que puedo ofrecerle a cambio de sus ilusiones es el despertar de todas las mañanas de su vida.

 -Pero eso ya lo tengo cada día. -Respondió el hombre.

 -Veo que usted está muy aferrado a sus ilusiones. Usted tiene al alba y al sol, y eso lo tiene todo el mundo, pero yo le ofrezco el despertar, pero usted sólo quiere la felicidad. -Dijo la anciana.

 -No la entiendo. -Dijo el hombre, y se fue.

 Entonces, el viajero se dirigió a la anciana y le preguntó:

 -¿Usted no le dice a nadie que SI?

 -Le digo que sí a todo aquel que no quiere venderme nada y a quien quiere escucharme, pero como ve, todos quieren vender y nadie quiere escuchar. -Dijo la anciana. Y el viajero comprendió."

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