Tanto para el conjunto de la sociedad, como para la gran mayoría de sus pensadores, filósofos, intelectuales, artistas y líderes de cualquier creencia, así como para la gran mayoría de los individuos, lo fundamental, lo normal y lo natural es conseguir los deseos y guiarse por las creencias y por la moralidad. Se dice que eso es lo que nos hace humanos, y la gran mayoría de los individuos creen que esos tres aspectos son los que forman su identidad, su verdadero ser.
Estos tres aspectos se combinan, se mezclan, se relacionan, crean jerarquía y dependencia, esperanzas y desesperanzas, rechazos y adhesiones, defensa y críticas, pero ni la Divinidad, ni el Universo, ni la Naturaleza, se guían por estos tres aspectos, estos tres aspectos crean un laberinto artificial, difuso y confuso que mantiene atrapados a la mayoría de los individuos en un mundo de luchas, de espejismos, de frustraciones, de insatisfacciones, de dramas y de tragedias, de desorientación, y siempre buscando una puerta de salida, pero no se cuestionan el laberinto, la puerta no aparece, o parece al borde del abismo.
Cuando empezamos a cuestionarnos el laberinto que nos tiene atrapados, ante nosotros aparecen la luz y la voz de nuestra conciencia, aparecen las enseñanzas de la Naturaleza y de los grandes sabios, aparece la intuición sobre nuestra esencia y sobre el Misterio de lo Divino, aparecen los horizontes y los caminos de la liberación y de la armonía.
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