sábado, 29 de julio de 2017

DESARMONÍAS Y ESPIRALES


   En un momento dado de la Prehistoria, algunas sociedades optaron por la vía de intentar dominar a la Naturaleza para poder conseguir así más fácilmente aquello que necesitaban. Como éstas sociedad pronto empezaron a dominar a las demás
se cerraba así el camino de buscar la armonía con la Naturaleza. 

  El Hombre halló en su gran inteligencia el mejor medio para empezar a dominar a la Naturaleza, y pronto obtuvo éxitos importantes, lo cual le permitió tener cada vez más segura la comida y los demás aspectos de su supervivencia. Estos éxitos reforzaron el camino de dominar a la Naturaleza. Sólo una minoría entendió que ese camino no era lo más importante y que había un mundo interior y espiritual que a ellos les resultaba más satisfactorio, pero esta minoría siempre ha sido muy pequeña y sin capacidad para influir en las diferentes sociedades. 



    Su inteligencia y sus éxitos produjeron la capacidad de crear cosas nuevas (ropas, cerámicas, armas, objetos de lujo, herramientas, técnicas agrícolas y ganaderas), cosas que no eran imprescindibles para la supervivencia pero que hacían la vida más cómoda o daban ventajas a quien las poseía sobre el resto del grupo humano o sobre los demás grupos humanos, y así nacieron los deseos de poseer más de lo que realmente se necesitaba. 



    Se iniciaba así una espiral en la cual, cada nuevo descubrimiento no sólo daba ventajas a quienes lo poseían, sino que a medio y largo plazo permitía la creación de cosas nuevas más eficaces, más cómodas, más poderosas, más placenteras, y así hasta la actualidad. 

   Pero pronto se dió la circunstancia de que el deseo de poseer estas cosas era mayor que la posibilidad de conseguirlas por parte de todos, y de aquí nació la rivalidad y el conflicto, tanto dentro de cada grupo social, como entre grupos sociales diferentes. Junto a su inteligencia, el Hombre utilizó los diferentes afectos y emociones con los que la evolución le había dotado, y así a los lazos familiares, de clan, de tribu y más tarde de nación, los convirtió en un método muy eficaz a la hora de conseguir sus deseos de cosas que realmente no necesitaba, y así hasta nuestros días. 

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   En la actualidad, el individuo tiene que ganarse la vida trabajando, incluso los más ricos se dedican a ser más ricos. Unos trabajan para otros, y los demás trabajan por su cuenta. 

   El que trabaja para otros se encuentra con que tiene que rivalizar con sus compañeros y sufrir las presiones y el poder de sus jefes, y lo hace a cambio de un salario que nunca le resulta suficiente para cubrir lo que él considera que son sus necesidades. 

   El que trabaja por su cuenta está sometido a las luchas y conflictos contra sus competidores, y a todo lo que tiene que hacer para conseguir que le compren sus productos o les pidan sus servicios, y siempre cree que no consigue suficiente o lo que en justicia le corresponde. 

   Esto tiene dos grandes tipos de consecuencias sobre el mundo emocional y psicológico del individuo. En el primer tipo encontramos la frustración, la insatisfacción, la ansiedad, el miedo, el estrés, los sentimientos de injusticia por creer que no se es lo suficientemente valorado, y la incertidumbre sobre el futuro. 

   En el segundo grupo está el hecho de que el individuo no puede desarrollar una vida afectiva satisfactoria, es decir, no puede amar y ser amado como le gustaría, ya que todos los aspectos laborales dominan sus emociones y su psique, y por lo tanto tiene una enorme influencia sobre el mundo de la familia, de la pareja, de los amigos y de las personas afines.    



   Ante estas consecuencias dolorosas, en nuestra sociedad se producen diversas reacciones. Sólo unos pocos recurren a las satisfacciones de la libertad interior y del mundo creativo, o a las satisfacciones y a la serenidad que produce el mundo interior, el mundo espiritual, y por lo tanto, la gran mayoría recurre a otros caminos. 

   El más común es intentar conseguir deseos que derroten a ese dolor. Esto condena a quienes siguen este camino a la espiral de que cuanto más lo intentan más refuerzan ese mundo que les causa el dolor al que pretenden derrotar. 

   Otro recurso muy habitual consiste en recurrir a las sustancias estimulantes y a las adictivas: café, tabaco, alcohol, y a veces otras sustancias con efectos más intensos y más dañinos. Poca gente sabe empezar el día sin café, muchos evitan el tabaco, son menos los que evitan el alcohol. Estas personas no saben funcionar sin esas sustancia y entran en una espiral que les debilita la salud y a veces dificulta las relaciones afectivas con sus seres queridos, y que por lo tanto les crea más dolor. 

   También están los que se refugian en las diferentes aficiones banales, en aficiones y actividades deportivas, en las creencias religiosas, en las ideologías políticas, en las actividades caritativas de las ONGs. Y están los que mantienen unas intensas relaciones emocionales y de dependencia con sus mascotas.  Es frecuente que muchas de estas personas molesten o incluso dañen a los demás, con lo cual crean una espiral de más dolor, ya que sienten el rechazo o incluso la hostilidad de aquellos a los que molestan o dañan. 

   Todo esto son estrategias y tácticas para vencer o para soportar el dolor, pero ninguna acaba con la raíz del problema y todas crean espirales dolorosas, ninguna permita la libertad, ninguna cambia el rumbo de las cosas y todas son obstáculos para que el Hombre viva conforme a su esencia y en armonía con la Naturaleza.  

   

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