Las humildes aceitunas, esperando a que el tiempo, el agua, la tierra, el aire y el sol, hagan nutritivos a sus frutos, y fértiles a sus semillas.
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Entre la arrogancia de los que presumen de sus certezas y las inseguridades de los confusos, éstán las dudas humildes sobre las que se basan los aprendices de sabios.
El aprendiz de sabio, poco a poco, va resolviendo dudas, y cuando resuelve una, no la utiliza ni como creencia, ni como certeza, sino como una base para seguir explorando en busca de más sencillez, de más serenidad, de más flexibilidad.
El sabio vive caminando guiado por lo que va viendo y comprendiendo en cada curva, en cada recta, en cada subida, en cada bajada, en cada piedra... Y el horizonte lo tiene en su conciencia.
Todos vemos todos los frutos, y de los que comemos, todos dejamos nuestras propias semillas.
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