¡Pura resplandece
en las cumbres la nieve!
Mañana será fuente, arroyo sonriente,
en el valle, río sereno y prado verde,
en la sed y en el hambre, suficiente.
Mar, Sol, Aire, viajera nube,
en la Madre Tierra, toda semilla emerge,
sólo en las esencias, todo se descubre.
¡Cómo resplandece
en las alturas la nieve!
La luz del Padre Sol,
el oro esencial interior,
encarnados
en un diente de león.
Del mar, la honda libertad,
del cielo, la eterna inmensidad,
encanadas
en el azul silvestre floral.
¡Qué sabiduría! ¡Qué armonía!
existe en las vidas sencillas.
Sin sencillez no es posible la libertad.
En la sencillez, basta con la serenidad.
Cuando pierdan
su sangre las banderas.
Cuando sus colores
sean pétalos de flores muertas.
Cuando cumplan eterna condena
en el museo de las tragedias.
Cuando las patrióticas grandezas
sean hondas miserias.
Cuando caigan vallas, muros y fronteras
y no necesiten cerraduras las puertas.
Entonces será plena la primavera.
¿Y mientras?
En cada interior la respuesta,
y cavada, abonada y regada la huerta.
La Utopía sólo da frutos en la cultivada tierra.
Azules y verdes gamas,
bajo el sol, de su serenidad emanan.
Viajeras nubes, rojas y doradas,
para los ocasos y las albas.
Cintas blancas, reflejos de plata,
arena, rumores, paseos por la mañana.
Brisas, vientos, velas y alas,
horizontes de libertad soñada.
¡Alerta!, viene el temporal.
¡Calma! es su renovador ciclo vital.
De la Madre Tierra, útero primordial,
con ritmo y matrimonio lunar.
Como ríos, como sal esencial,
todos regresamos al Mar.
Renovadora alquimia,
la noche en su calma,
pare roja y dorada
a la vitalidad del día.
Horizonte de senda iluminada,
pero en sus afanes y porfías,
el hombre tiene la visión nublada.
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PADRE SOL
Contra el hambre y la precariedad,
crea la abundancia primaveral.
Contra el frío del cuerpo y del corazón,
nos trae su vivificante calor.
Contra lo que nubla nuestra claridad,
nos regala su alegre luminosidad.
Esperanza y confianza,
nuestro Padre nos despierta cada mañana.