Regalos del generoso árbol,
trabajos y cuidados del jardinero,
en un fondo azul de cielo,
y por el sol dorados,
alegrías de la calle y del invierno.
Van de la mano,
sus deleites tan variados,
tantos remedios caseros,
lo sencillo, lo amarillo, lo bello,
y los reflejos del Misterio.
Ánimo alegre,
coloridas las albas,
gorgea un pájaro.
Luna creciente,
despertares del alba,
vuela un pájaro.
Canta un pájaro,
cálida la mañana,
el alma vuela.
Musas inquietas,
buscando el mejor haiku,
noche cerrada.
Escrito el haiku,
las palabras se calman,
la cama aguarda.
Vueltas y vueltas,
mis musas hoy me exigen
esta tabarra.
Arrancado por el vendaval fiero,
y troceado por la afilada sierra,
su tronco llora lágrimas de resina,
y nos muestra los círculos de su destino,
él, que fuera fiel amigo,
sombra y cobijo del pájaro, de la ardilla,
del paseante en su camino.
Frente a los naturales elementos
se nutrió y ase adaptó a ellos,
y frente a sus fuerzas adversas
fue recto, alto pero sencillo,
y ahora, abatido en tierra
nos muestra su buena madera.
Vuestro continente y mi isla,
cada cual en su barco
y esas aguas compartidas.
Libres, grandes, hondos, altos,
mantengamos las olas tranquilas.
Mi isla, triste o plena, vuestro continente
lejano.
Plenitud y tristeza,
las que en mi se alternan,
las que se sienten extrañas
en vuestras afanosas tierras.
Bella sinfonía
de la inocencia del alma.
Clara y honda sintonía
entre la cima, la libertad y las alas.
La más honda poesía,
la esencia hecha palabra.
La que halla la armonía
entre la necesidad y la esperanza.
La que osada desafía
al poder y a sus realistas armas.
La más útil de las vías,
la que a la conciencia no defrauda.
