Dos cabras de buena leche,
mientras rumiaban
charlaban animadamente:
-Hay que ver, compañera,
que teniendo la verde y llana pradera,
subamos al monte más pelado y agreste.
-Ya lo ves, camarada,
nos esforzamos, corremos los riesgos,
para ser admiradas por las ovejas.
-Y otra cosa, compañera,
si tenemos duros y afilados los cuernos,
¿por qué somos sumisas con el cabrero?
-No es cordura lo que nos falta,
pues una fría cuadra en invierno,
y nos dejan sin leche y sin queso.
Tras subir un repecho
y mordisquear un helecho,
se dicen, con ojos serenos
y aire consciente:
-Hay que ver, compañera,
ninguna locura nos viene a la mente,
¿te imaginas ser como la gente?
-Entonces las más grandes haríamos,
y a costa del dolor ajeno, presumiríamos,
de grandes y de valientes.
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