Dos cabras de buena leche, mientras rumiaban charlaban animadamente: -Hay que ver, compañera, que teniendo la verde y llana pradera, subamos al monte más pelado y agreste.
-Ya lo ves, camarada, nos esforzamos, corremos los riesgos, para ser admiradas por las ovejas.
-Y otra cosa, compañera, si tenemos duros y afilados los cuernos, ¿por qué somos sumisas con el cabrero?
-No es cordura lo que nos falta, pues una fría cuadra en invierno, y nos dejan sin leche y sin queso.
Tras subir un repecho y mordisquear un helecho, se dicen, con ojos serenos y aire consciente: -Hay que ver, compañera, ninguna locura nos viene a la mente, ¿te imaginas ser como la gente? -Entonces las más grandes haríamos, y a costa del dolor ajeno, presumiríamos, de grandes y de valientes.
Que lo que la vida en su fluir me regale, me resulte suficiente, que lo que me niegue me resulte inevitable, que lo que me quite me resulte aceptable, que mi escasez la frustración y la ambición me evite, que mi abundancia a compartir me invite.
Que mi dolor del error me aleje, que mi placer a la sencillez me acerque, que mi soledad de quietud me colme, que mi libertad me ensanche y me profundice, que mi dar sea multiplicar y a mi desconfianza razones le reste, que mi sumar divida con equidad, que cada alba mis potenciales energice, que cada noche, alegre, el sueño me visite.
Vida, lo que mi debilidad te pida no me lo des, a cambio enséñame, haciendo a mi horizonte visible, a mis pies firmes, a mi mente flexible, tranquilas a mis emociones y a mi conciencia receptiva.
Fidelidad con uno mismo y aceptación del devenir natural, todo lo demás del sufrimiento es fuente y camino.
Que se vaya, que no llegue el dolor, que no venga, que se retrase la muerte, tener libertad, que nos colme el amor, felicidad, placer, toda la buena suerte, afanes humanos son, sufrimiento y cadenas de su mente. Contra todo dolor, la mente llama al combate, a los placeres y a su ambición, a la libertad hace poder para doblegarle, y del amor sólo hace posesión, de la mente y sus victoria, el dolor renace. Muerte, la que a la vida alimenta y renueva amorosamente. Dolor, energía para la protección, escuela para la rectificación. Placer, gratis sólo se puede hallar, en la mayor sencillez. Libertad, sólo es pura la que no busca poder, plena, la que de lo natural mana. Amor, el que al amar nada espera, el que la libertad libera. Inteligencia, la que consigue lo que desea, o aquella que armonizando nos libera. ¡Vital es la diferencia! La mente, con lo que encuentra, siempre se queda hambrienta. ¡Serenidad, intuición, conciencia! ******************** Inteligencia, primera puerta de la conciencia que nos alumbra y serena, sabiduría, la que nos libera. SABIDURÍA ¿Listos?, ¿Tontos? A nuestra inteligencia atados estamos todos. ¿Buenos?, ¿Malos? A nuestras creencias atados estamos todos. ¿Triunfadores?, ¿Fracasados? A nuestras estrategias atados estamos todos. ¿Alegres?, ¿Apenados? A nuestras exigencias atados estamos todos. ¿Acertados?, ¿Equivocados? En cada vivencia se nos muestra todo. Sabios, liberados, a sus propias cadenas estuvieron atados.
La noche siempre amanece con algo que dar. El árbol siempre florece con algo que dar. Al corazón, la alegría le vuelve con algo que dar. Todo lo dado es fruto fértil, que lo recibido sea sembrar. Todo lo dado es agua de abril, que lo recibido sea regar. El placer de compartir tras el gozo de cosechar. Algo que dar, que la rueda empiece a rodar.
Necesidad que nace del dolor que produce el artificio dominante.
La que sólo las formas cambia cuando el cambio es sólo exterior. La que la armonía alcanza cuando de lo natural hay aceptación. La que con el sufrimiento acaba cuando el cambio es interior. Compasión Tristeza, que el amor nos produce ante el ajeno dolor. Tristeza, que al gozo nos conduce con la alegría de la ajena liberación. Libertad La que yo alcance, toda para mí, para que, confiando, con ella te ayude a ti. Rebeldía La que a la opresión se enfrenta, la que en su victoria, a todos, con su libertad les deja. Sabiduría La que lo oculto comprende porque en la serenidad aprende. El sabio, sin esfuerzo, sin buscar el premio, hace siempre lo que debe, pero no es necesario que gobierne, basta con que todo en su natural se quede.
Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. En astiles, fachadas y balcones, vientos de guerra ondean en esas afirmaciones de sagrados derechos, que a la razón y al corazón ciegan. Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. Las naciones, a los hombre separan y enfrentan, les roban sus limpios horizontes, y en amenazantes puños convierten las manos que al compartir están abiertas. Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. El amor a la patria dado, en odio se trueca en todos los lados de las fronteras, para la defensa, todos preparados. Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. La pasión que los colores crean y la sangre que chorrean, a los pacíficos y a los libres, la compasión les mata o se la niega. Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. Que en ella no se escuden los que sus insaciables apetencias nunca descubren, y los que con ella visten sus miserables creencias. Sobre la limpia tela nunca pintes una bandera. Deja que sobre ella se muestre la luz de tu conciencia, la pureza siempre es transparente. Gracias a mi amigo Toni Poza por el estribillo, el cual es propio de su grandeza interior y de su gran talento, todo lo cual no necesita banderas, sólo su cristalina presencia, su guitarra y su voz, dando ritmo y sentimiento a sus poéticas letras. ********************* Sobre la Madre Tierra no construyas tus creencias, creyéndolas sueños, el dormido mata y muere por ellas, y la victoria nunca llega, sólo quedan: las víctimas y sus héroes, los económicos intereses, y los supervivientes heridos y con cadenas. Sobre la inocencia no cargues ambiciones ni grandezas, cimas ni competencias, lo que eres comparte y a la armonía deja los amores y las libertades.
Cuerpo y mente al servicio de cada ambición, que en nombre de lo necesario, condena a lo instintivo en aras de la superior razón, esa, que al calcular lo más conveniente, olvida o desprecia, la esencia que nos sostiene.
La que al sentimiento y a la emoción, los somete a los intereses del dinero y del poder, disfrazados con los símbolos sagrados del bien moral, de la nación y de la religión, ofreciendo al creyente y al combatiente, ser un héroe, un bendecido de su dios, y libertad, grandeza, paz, amor, salvación....
Con elaborados argumentos sobre los bienes del progreso, la cultura y la ciencia se convierten, sin quererlo, en creadores de humos y de nubes, que lo intuido asfixian u ocultan, negando lo espontáneo y lo más hondo que nos bulle, y así, sin lo necesario nos dejan, y con artificios tantos a los que llaman humana grandeza, al Hombre, de sí mismo divorcian y alejan, y aunque lo mejor prometen, nunca curan los males que crean.
Logros civilizados: longevidad, seguridad, comodidad, placeres del poder y de la riqueza, grandes posibilidades, ideales, fes y razones de justicia, de igualdad y de libertad, conocimientos, artísticas bellezas, lo bueno contra lo malos, humanistas deseos y pensamientos que nos impiden humanizarnos. ******************************** Con la excepción de lo que la sociedad da por bueno, cada emoción, cada sentimiento, cada instinto, cada intuición, cada destello de la conciencia del individuo, se ve canalizado, reprimido, manipulado, prohibido, censurado, acusado, condenado... Se considera que los valores morales, las creencias, las fes, las diferentes normas de conductas o costumbres sociales, los pensamientos y todas las expresiones artísticas y culturales son superiores, o más convenientes, a eso que nos surge espontáneamente de lo más hondo de nuestro ser o de las necesidades de nuestro cuerpo, y por lo tanto, se nos presiona para que sometamos eso a la norma y a la costumbre social.
Por mi parte, considero que aunque estamos necesitados de cumplir normas sociales para poder ganarnos la vida y para vivir pacíficamente con nuestros semejantes, la única norma social que hemos de aceptar internamente es el respeto hacia los demás. Por respeto no les hacemos a los demás aquello a lo que nos sentimos impulsados, pero aunque reprimamos el acto, nunca hemos de reprimir ni la emoción ni el pensamiento. La aceptación interior por parte del individuo de los valores sociales, culturales, políticos, religiosos, o las costumbres y normas establecidas, es el divorcio del individuo de sí mismo, puesto que toda norma y todo valor social es un artificio que no está en armonía con el sentir profundo del individuo. La desarmonía es la causa de todo el malestar interno del individuo, y de todo el sufrimiento que los unos nos causamos a los otros. Por eso, aunque no siempre podamos hacer aquello que nos sale de dentro inocente y espontáneamente, no aceptemos más que aquello que surge de nuestra conciencia, de nuestra intuición y de las necesidades de nuestro cuerpo y respetemos a los además, al igual que queremos que los demás nos respeten a nosotros. La verdadera humanidad del individuo no está en las creaciones de su mente ni en los valores morales más elevados, ni tampoco en ningún aspecto de eso que se ha dado en llamar cultura, está en su conciencia brotando libre de los condicionamientos mentales, morales, religiosos y culturales, está en sus intuiciones, en sus impulsos espontáneos, está en las necesidades de su cuerpo. Las creencias, las creaciones de la mente, las culturas, las normas sociales, son el resultado de la ambición de poder, de los deseos de alcanzar y de tener, y del miedo ante los poderosos y ante la naturaleza.
Lo duro y lo blando se van alternando, sin que sepamos por qué, sin poder evitarlo.
Tristes, afortunados, temerosos, osados, resignados, anhelantes, triunfos, fracasos.... Todo eso, y tropiezos y consuelos, son sólo sensaciones, palabras de diccionario. Sólo somos, sólo tenemos, aquello por lo que nos guiamos, lo que nos hace alegres, y aquello en lo que confiamos. Con ello, receptivos y sencillos vivamos, y dejamos al fluir de cada instante, que nos vaya completando.