Cuando tomamos conciencia de las causas de los problemas, también la tomamos de que existen las soluciones.
Cuanto más empeño y más esperanzas ponemos en el triunfo de las soluciones, más dolor nos produce ver las persistencias de las causas de los problemas.
Cuando comprendemos y aceptamos las causas de los problemas, y todo lo que se requiere para que lleguen las soluciones, nos serenamos y nos vamos liberando de nuestra pena.